Muchas personas me preguntan a qué me dedico, qué es eso del asesoramiento filosófico, y suelo comenzar a explicar que la filosofía en sus orígenes se planteaba como el arte de aprender a vivir, y les menciono a Sócrates, el diálogo Socrático, la mayéutica … y ya les he perdido.
En ese punto parece que empiezo a hablar otro idioma y, aunque no me lo dicen, lo veo en sus caras. Me doy cuenta de que las preguntas desaparecen, no vaya a parecer que si no saben de qué les hablo sean unos ignorantes. Nada más lejos de la realidad: ignorancia la mía que no doy con la tecla. Para empezar un proceso de asesoramiento no es necesario tener conocimientos de filosofía.
Cambio el tercio y abordo el asunto desde lo que es una relación de ayuda para poder vivir una vida más consciente, para poder vivir en contacto con nuestra verdad, poner luz a esas zonas oscuras de nuestra vida que están en potencia y piden desplegarse, aceptar la realidad. Ahora la cara ya puede variar porque estamos en una época que la palabra consciente se ha puesto de moda y por ahí puedo conectar con algunas personas. Luego están los que no les van las modas y piensan que esto es otra intensidad más de la ola del hipsterismo. Tampoco va de eso.
Para empezar un proceso de asesoramiento no es necesario tener conocimientos de filosofía.
La filosofía es una disciplina muy antigua preocupada por las cuestiones existenciales, es una actitud ante la vida, una manera de mirar que lleva vigente más de dos milenios, demasiado para ser una moda.
Quedan entonces aquellos a los que no he perdido en el camino pero aún no he conseguido dar una respuesta satisfactoria. Empiezan a intuir de qué va esto y suelen preguntar «¿es como ir al psicólogo?». Y aquí me toca abordar semejanzas y diferencias de ambas disciplinas. La Filosofía parió a la Psicología de manera que las semejanzas están presentes, el interés común por comprender y superar el sufrimiento humano es una de ellas, los enfoques para plantearlo son las diferencias.
En el asesoramiento filosófico el asesorado o consultante no es un paciente, no se diagnostican ni tratan patologías, el asesorado es una persona que se enfrenta a situaciones propias de la vida que le presentan dificultad. La propia existencia individual de cada uno nos trae una serie de situaciones que debemos abordar y no siempre sabemos cómo hacerlo o nos sentimos con falta de recursos para ello.
el asesorado no es un paciente, no se diagnostican ni tratan patologías, el asesorado es una persona que se enfrenta a situaciones propias de la vida que le presentan dificultad.
Ejemplo de estas situaciones pueden ser: una sensación de desidia por llevar una vida que no le satisface, una relación personal que genera sufrimiento, un momento de conflicto en la crianza de los hijos, dificultad para asumir nuestra identidad…
Este tipo de cuestiones nos requiere tomarnos un tiempo para detenernos y hacer una indagación en la situación, planteandonos preguntas: ¿por qué he llegado a este punto? ¿cómo me siento cuando sucede esto? ¿por qué respondo de esta forma? Es el momento de escucharnos a nosotros mismos y tratar de ver qué filosofía operativa, qué sistema de creencias y pensamientos están detrás de nuestra forma de actuar.
El papel de filósofo es acompañar en esa indagación, es plantear preguntas concretas que ayuden a la persona a clarificar la situación y pueda verse a sí misma de un manera más real y así ir dilucidando cuáles pueden ser las claves del malestar para poder superarlo.
Las herramientas del filósofo en este acompañamiento son la escucha, la empatía, la elaboración de preguntas, planteamiento de ejercicios filosóficos que ayuden a clarificar, una actitud de humildad y respeto por la sabiduría personal de las personas a las que acompaña.
Cuando no he conseguido a través de mis explicaciones clarificar en qué consiste el asesoramiento filosófico desisto de más explicaciones y propongo encontrarnos en el despacho o a través de una videoconferencia y empezar el acompañamiento. Una experiencia vivida vale más que mil palabras.