Prohibido equivocarse

 

Cuanto miedo tenemos a equivocarnos, a no decir la palabra adecuada, a no tomar el camino correcto a no mostrar nuestros lados más vulnerables, a lo que digan de nosotros, que nos critiquen, que no seamos bien vistos, a darnos cuenta de que no somos lo que creemos.

¿Cuál fue el momento en el que perdimos la confianza en nosotros mismos? ¿Qué fue lo que nos hizo desarrollar una mirada desconfiada? ¿Cuáles son las consecuencias de vivir desde esta desconfianza? Supongo que hemos vivido una educación demasiado normativa en donde nuestra acción se ceñía a lo que podíamos o no hacer. Las explicaciones no llegaban y era todo por nuestro bien, porque lo decía la familia, porque lo decía la maestra, porque lo decía la autoridad. Era fácil concluir que no debíamos confiar en nuestro propio criterio, que nos debía decir lo que convenía hacer alguna autoridad moral externa.

No es sorprendente con tales antecedentes, el sufrimiento que a algunas personas nos causa tomar cualquier decisión y lo acomodaticios que podemos llegar a ser por miedo a equivocarnos, a no estar haciendo lo correcto, a que alguien nos regañe. Y para que hablar de los momentos en los que nos enfrentamos a un reto en el que queremos demostrar que lo sabemos hacer bien, tan identificados con este hacer, que si no resulta todo lo bien que habíamos pensado o resulta mal, se produce un sentimiento devastador de fracaso y cuestionamiento de nuestra propia valía. «Si no hago esto o aquello bien no valgo nada»

Definimos quien somos por las cosas que hacemos y así nos juzgamos y por ende juzgamos a los demás. Nuestra definición por nuestras acciones puede tener sentido, pero cuando somos capaces de incluir todos nuestros actos, no sólo algunos. Cuando ponemos toda nuestra valía en una acción, nos estamos identificando con esa acción, nos reducimos a eso.  Limitar nuestro ser a una dimensión de nuestra vida no nos permite desarrollarnos plenamente, nos causa sufrimiento y nos aleja de lo que realmente somos.

Pensar que las equivocaciones son fatales, que es lo peor que nos puede pasar, que mostrarlas es definir lo que somos como algo errado, » somos errores» al final nos lleva a un miedo escénico tan grande que dejas de actuar para no mostrarte erróneo incompleto. Empiezas a vivir al otro lado de  la barrera, donde nadie se equivoca porque el que no hace, no dice, no muestra, no se arriesga, no se equivoca. Nos escondemos en la inacción perdiendo la oportunidad de crecer, de adquirir experiencia, de desarrollarnos plenamente.

Asumir las equivocaciones como oportunidades de aprendizaje puede cambiar todo el enfoque. La vida es un aprendizaje continuo, solamente tenemos que observar a los niños que aprenden en muchas ocasiones a andar después de haberse caído, que al principio cuando se caen se asustan pero poco a poco aprenden a levantarse y caminan cada vez con más agilidad y así con todos los retos que se les presenta.

Desde hace un tiempo me he aliado con la equivocación, he empezado a decir lo que pienso a mostrar lo que siento, a arriesgarme a hacer cosas nuevas, emprender nuevos caminos, a tomar la acción como principio. Y no voy a decir que no he sentido que me equivocaba en algunas de mis nuevas empresas, incluso cuando siento que he aprendido haciendo algo que no me ha salido muy bien me viene a la cabeza el pensamiento: no tenías que haber hecho esto o aquello fue una equivocación.

Ahora simplemente dejo que suene por mi cabeza sin hacer mucho ruido, porque me suena más fuerte vivir es errar y necesito errar para crecer para aprender cada día, reconocer mis errores, mis puntos débiles, mi ignorancia, me hace más feliz que pensar que soy perfecta y todo lo que hago debe corresponder a esa perfección. La realidad es que soy humanamente imperfecta y aceptar esta realidad me pone los pies en la tierra y me coloca en otra actitud más compresiva conmigo misma y con los demás.

Cuando te sabes imperfecto las críticas enriquecen si son constructivas y no nos afectan si no tienen que ver con nosotros. Comprendes que el camino se hace andando, tropezando, parando. Hacer las cosas lo mejor posibles no tiene por qué ser una exigencia que cause sufrimiento. El aprendizaje es un proceso, una práctica diaria en la que vas desarrollando tus habilidades y puede ser un disfrute aprender cada día.

El trabajo a través del asesoramiento filosófico se centra en definir esos patrones relacionados con la equivocación que nos provocan insatisfacción, frustración, inacción, enfado y tratar de darle voz a esas emociones para que nos vayan mostrando todas esas creencias limitadas con las que estamos operando. El diálogo filosófico nos dará la hondura adecuada para ir indagando y cuestionando todo este engranaje mental produciéndose cada vez más claridad, toma de conciencia y comprensión liberadora.

¿Por qué no abandonamos las máscaras y nos mostramos tal y como somos?

mascara tratadajpg

Definirnos a menudo nos lleva a la creación de un personaje y en la medida en que ese personaje se aleja de nuestro verdadero ser, nos puede traer sufrimiento. Un ejemplo de ello puede ser una persona que es muy sensible y emocional pero ha desarrollado un personaje frío y distante con la buena intención de sentirse protegido de las agresiones a esa emocionalidad y frialdad.

Esa persona sufrirá porque las necesidades de expresión de su emocionalidad  no están satisfechas, no se lo permite el personaje. Su verdad como ser emocional no se muestra, se produce una desconexión con su ser. No puede mostrar sus emociones porque su etiqueta de fría y distante no lo permite y porque tras esa etiqueta hay muchas creencias relacionadas con lo negativo de mostrar esas emociones.

Había algunas creencias relacionadas con el hecho de que si me mostraba, no me iban a querer, si me mostraba hablaba mi imperfección, si me mostraba me criticarían, si me mostraba me rechazarían. Había, en definitiva, una relación directa entre el hecho de mostrarse y ser dañada.

En mi proceso de asesoramiento filosófico trabajé el miedo a mostrarme, observé algunos patrones que había desarrollado y que estaban operando, que tenían como fondo un miedo a mostrarme como soy, miedo a que la expresión de mi ser no fuera bien recibida.

Había algunas creencias relacionadas con que si me mostraba no me iban a querer, si me mostraba hablaba mi imperfección, si me mostraba me criticarían, si me mostraba me rechazarían. Había, en definitiva, una relación directa entre el hecho de mostrarme y ser dañada.

Se desarrollaban por tanto en mí patrones de desconfianza , dificultad para abrazar mi vulnerabilidad, voz crítica y enjuiciadora conmigo misma que me impedía descansar en mi ser.

Hicimos un trabajo de transformación de estas creencias muy valioso. Algunas de las creencias que transformamos:

  • La vulnerabilidad es fortaleza y autenticidad, no debilidad.
  • Me conozco en la acción. La acción me revela. En la acción sabré lo que necesito saber.
  • Tengo derecho a expresar lo que pienso y siento en cada situación.
  • Si hablo y me contradicen, aprendo.
  • Mi expresión es dañina si es agresiva y exigente. Decir lo que pienso con respeto y asertividad, es el mejor regalo que puedo hacer a los demás, el regalo de mi verdad.
  • Me permito equivocarme. Expreso mi verdad aquí y ahora, y soy fiel a mi sentir aquí y ahora, sin caer en la “trampa de la congruencia” (creer que he de ser congruente con lo que dije en el pasado, y con la imagen que los demás han creado de mí).

Este trabajo ha sido fundamental para mí, me ha permitido sentirme libre para ser lo que soy, me ha ayudado a ir mostrando poco a poco mi ser desde la vulnerabilidad e ir gestionando mis miedo.

Sin duda queda mucho por hacer pero puedo aseguraros que cuando abrazo mi vulnerabilidad y me muestro tal y como soy sin máscaras, sin miedos, confiando, se produce algo que parece mágico. Conecto de tal modo con la humanidad honesta y bella que desprenden las personas que no quiero ser otra cosa que lo que soy, y no quiero ver otra cosa que lo es.

Hagámonos preguntas, ¿me muestro tal como soy? ¿hay algo de mí que me cuesta mostrar? ¿qué sufrimiento me trae lo que no muestro?

Hay muchos patrones que tienen que ver con este miedo a mostrarse, muchos más de los que en un primer momento quisiéramos imaginar. Os invito a empezar ese camino de cuestionamiento filosófico, ir sacando a la luz esas creencias limitadas, cuestionarlas, transformarlas.

Hagámonos preguntas, ¿me muestro tal como soy?, ¿hay algo de mí que me cuesta mostrar?, ¿qué sufrimiento me trae lo que no muestro?, ¿qué obtengo al no mostrarme?, ¿siento que me conocen y comprenden los demás?

Es profundamente liberador descansar en nuestro propio ser. Cuando descansas en lo que eres, en tu verdad, no sientes que tengas que ser de otra manera, ni que tengas que ocultarte, eres lo que eres sin más. En ese lugar nada puede dañarnos porque estamos en paz con nosotros mismos.