Reflexión filosófica en tiempo de Coronavirus, ¿te unes?

olga

Hoy he salido a la calle para hacer acopio de víveres y me he cruzado con muy pocas personas. Eso es casi impensable en Madrid; aquí siempre esta todo lleno de gente, para cualquier cosa hay gente dispuesta. La sensación para mí ha sido rara, me ha recordado a la serie Walking Dead pero sin zombies.

Mientras caminaba por el supermercado y buscaba en las estanterías casi vacías pensaba lo frágiles que somos y lo fuertes que nos creemos con todos esos pensamientos rígidos que nos hacen creer que controlamos nuestro día a día y que podemos garantizarnos un mundo seguro.

Quién iba a pensar que llegaría una semana en la que todos tendríamos que estar confinados en nuestra casa por un virus que viene de China, que no irían nuestros hijos a sus centros de estudios, ni mucha gente a sus trabajos, que las calles estarían desiertas y que nos obsesionaríamos con comprar papel higiénico…

Pues ha ocurrido. Y con este acontecimiento hemos entrado en una época de incertidumbre: no sabemos qué va a pasar, cuándo se va acabar… Ni siquiera sabemos si cuando esto acabe podremos retomar nuestra vida tal y como la teníamos organizada. No sabemos qué repercusiones tendrá a nivel económico para empresas, organismos, familias; estamos en esa incertidumbre y encerrados en casa.

Mientras, vamos pasando por una serie de fases. No sé si existen estudios sobre esto (probablemente sí) pero de momento he podido detectar tres fases en mi persona:

La primera, escepticismo. No me podía creer que esto estuviese sucediendo, alguna sonda de los medios de comunicación nos quiere asustar por vete tu a saber que intereses que desconozco, no hago ni caso, yo no tengo miedo. Seguiré mi vida tal y como la venía organizando.

La segunda, pánico. Esta fase llega cuando nos comunican el cierre de los colegios: sentí un poco de pánico y no porque mis hijos estuviesen 24 horas en casa durante 2 semanas, sino por el hecho de que se tomase esta decisión. Eso me hacía comprender que algo grave estaba sucediendo. Se me escapa el control de mi vida, sentimientos de miedo, desorientación. Tampoco podía creer que se irían anulando casi todos los eventos que tenía programados. Resultaba una sensación muy rara.

La tercera fase, ansiedad. Después de la declaración de estado de alarma, ¿qué va a ser de nosotros? ¿cómo vamos a superar este encierro en casa? ¿y después de esto? ¿tendremos dinero para pagar nuestros recibos, nuestra comida? ¿voy a poder aguantar sin salir a la calle?

Casi todas las fases han sidos narcisistas: yo, yo y yo…. Eso me ha dado algunas pistas de que estaba dejando a mi pensamiento tomar el mando de mi vida. Supongo que esto nos habrá pasado a muchas personas, pero hoy cuando volvía de esta compra (que me ha dado para mucha reflexión filosófica) pensaba en el filósofo Estoico Epicteto y en su pensamiento sobre lo que depende y no depende de mí. Y de las cosas que dependen de mí, he concluido que la más importante es aprender a vivir en la incertidumbre.

Y de las cosas que dependen de mí, he concluido que la más importante es aprender a vivir en la incertidumbre.

La realidad ahora es incertidumbre. Ya me servían poco, pero ahora además me hacen sufrir los «deberías», las exigencias de cómo deben de ser las cosas. Ahora la actitud que más me ayuda es ser flexible y a la vez permanecer ahí sin romperme. Buscar desarrollar esa mirada completa de la realidad, con su dimensión  de inconvenientes y sus dimensión de oportunidad. Seguir sacándole provecho a cada momento presente y tratar de dar lo mejor de mí, no encerrarme en mis pensamientos y tratar de contactar siempre con esa mirada objetiva de la realidad.

En este tiempo de coronavirus quizá unir fuerzas y aportar lo mejor de cada uno sea nuestra tabla de salvación. Por ello, os invito el viernes 20 de marzo a las 20:00 horas a un encuentro online gratuito donde podamos encontrarnos y reflexionar juntos sobre la incertidumbre, la actitud estoica y todo lo que surja.

¿Te interesa? Si es así incluye tu comentario a este post o contáctame en r.diazvalle@gmail.com

Creatividad y plenitud de vida

creatividad y plenitud de vida Blay

Os dejo este fragmento del libro de Antonio Blay, cuando lo leí me pareció muy clarificador, creo que contiene un mensaje vital y nos enfoca en la importancia de nuestro trabajo interior íntimamente relacionado a como se nos presenta el exterior.

Expresar también mi agradecimiento a la persona que me lo dio a conocer y me regalo el libro porque he disfrutado enormemente de su lectura, Gracias !!!

«Si quiero llegar a algo en la vida, si pretendo arreglar algunas cosas o lograr ciertos objetivos, lo primero que he de hacer es ser yo. Mientras no tenga identidad, mientras no esté vivo, presente, despierto de veras, no podré autodeterminarme; estaré constantemente determinado por las influencias extrañas, por cómo me sienta, por cómo me vayan las cosas, por la suerte que tenga; siempre estaré pendiente de lo otro. Éste es el gran problema de mucha gente. Unos protestan del trabajo que desempeñan, o del ambiente en que se mueven. Otros se encuentran muy mal en el ambiente familiar y les parece que toda la dificultad estriba en cambiar algunos modos de ser. Otros viven el conflicto en el mundo material, económico, y protestan de que cada vez haya mayor concurrencia, más competitividad, y se hace cada vez más difícil poder ganar el mínimo para una vida con cierta dignidad. Y siempre, siempre, se echa la culpa a la situación, y se busca la solución cambiando de ambiente, de trabajo, o buscando el modo de que los demás cambien, o las cosas cambien. Es muy posible que las cosas estén funcionando regularmente, mediocremente o incluso malamente, pero lo que es seguro es que, hasta que yo no cambie interiormente no podré vivir bien en el exterior. Si yo interiormente tengo conflictos, desajustes, contradicciones, esto me llevará a vivir esas contradicciones en el exterior. Yo nunca puedo hacer las cosas de un modo distinto a como soy realmente, y, si en mí hay contradicciones, mi modo de actuar será contradictorio; si en mí hay agresividad, mi modo de actuar reflejará esta agresividad. Así pues, mi problema interior lo estaré recreando constantemente en el exterior, de suerte que no hay posibilidad de cambio en el exterior hasta que la persona no cambie lo que es la matriz del problema, la causa del problema»

Antonio Blay, Creatividad y plenitud de vida

 

Prohibido equivocarse

 

Cuanto miedo tenemos a equivocarnos, a no decir la palabra adecuada, a no tomar el camino correcto a no mostrar nuestros lados más vulnerables, a lo que digan de nosotros, que nos critiquen, que no seamos bien vistos, a darnos cuenta de que no somos lo que creemos.

¿Cuál fue el momento en el que perdimos la confianza en nosotros mismos? ¿Qué fue lo que nos hizo desarrollar una mirada desconfiada? ¿Cuáles son las consecuencias de vivir desde esta desconfianza? Supongo que hemos vivido una educación demasiado normativa en donde nuestra acción se ceñía a lo que podíamos o no hacer. Las explicaciones no llegaban y era todo por nuestro bien, porque lo decía la familia, porque lo decía la maestra, porque lo decía la autoridad. Era fácil concluir que no debíamos confiar en nuestro propio criterio, que nos debía decir lo que convenía hacer alguna autoridad moral externa.

No es sorprendente con tales antecedentes, el sufrimiento que a algunas personas nos causa tomar cualquier decisión y lo acomodaticios que podemos llegar a ser por miedo a equivocarnos, a no estar haciendo lo correcto, a que alguien nos regañe. Y para que hablar de los momentos en los que nos enfrentamos a un reto en el que queremos demostrar que lo sabemos hacer bien, tan identificados con este hacer, que si no resulta todo lo bien que habíamos pensado o resulta mal, se produce un sentimiento devastador de fracaso y cuestionamiento de nuestra propia valía. «Si no hago esto o aquello bien no valgo nada»

Definimos quien somos por las cosas que hacemos y así nos juzgamos y por ende juzgamos a los demás. Nuestra definición por nuestras acciones puede tener sentido, pero cuando somos capaces de incluir todos nuestros actos, no sólo algunos. Cuando ponemos toda nuestra valía en una acción, nos estamos identificando con esa acción, nos reducimos a eso.  Limitar nuestro ser a una dimensión de nuestra vida no nos permite desarrollarnos plenamente, nos causa sufrimiento y nos aleja de lo que realmente somos.

Pensar que las equivocaciones son fatales, que es lo peor que nos puede pasar, que mostrarlas es definir lo que somos como algo errado, » somos errores» al final nos lleva a un miedo escénico tan grande que dejas de actuar para no mostrarte erróneo incompleto. Empiezas a vivir al otro lado de  la barrera, donde nadie se equivoca porque el que no hace, no dice, no muestra, no se arriesga, no se equivoca. Nos escondemos en la inacción perdiendo la oportunidad de crecer, de adquirir experiencia, de desarrollarnos plenamente.

Asumir las equivocaciones como oportunidades de aprendizaje puede cambiar todo el enfoque. La vida es un aprendizaje continuo, solamente tenemos que observar a los niños que aprenden en muchas ocasiones a andar después de haberse caído, que al principio cuando se caen se asustan pero poco a poco aprenden a levantarse y caminan cada vez con más agilidad y así con todos los retos que se les presenta.

Desde hace un tiempo me he aliado con la equivocación, he empezado a decir lo que pienso a mostrar lo que siento, a arriesgarme a hacer cosas nuevas, emprender nuevos caminos, a tomar la acción como principio. Y no voy a decir que no he sentido que me equivocaba en algunas de mis nuevas empresas, incluso cuando siento que he aprendido haciendo algo que no me ha salido muy bien me viene a la cabeza el pensamiento: no tenías que haber hecho esto o aquello fue una equivocación.

Ahora simplemente dejo que suene por mi cabeza sin hacer mucho ruido, porque me suena más fuerte vivir es errar y necesito errar para crecer para aprender cada día, reconocer mis errores, mis puntos débiles, mi ignorancia, me hace más feliz que pensar que soy perfecta y todo lo que hago debe corresponder a esa perfección. La realidad es que soy humanamente imperfecta y aceptar esta realidad me pone los pies en la tierra y me coloca en otra actitud más compresiva conmigo misma y con los demás.

Cuando te sabes imperfecto las críticas enriquecen si son constructivas y no nos afectan si no tienen que ver con nosotros. Comprendes que el camino se hace andando, tropezando, parando. Hacer las cosas lo mejor posibles no tiene por qué ser una exigencia que cause sufrimiento. El aprendizaje es un proceso, una práctica diaria en la que vas desarrollando tus habilidades y puede ser un disfrute aprender cada día.

El trabajo a través del asesoramiento filosófico se centra en definir esos patrones relacionados con la equivocación que nos provocan insatisfacción, frustración, inacción, enfado y tratar de darle voz a esas emociones para que nos vayan mostrando todas esas creencias limitadas con las que estamos operando. El diálogo filosófico nos dará la hondura adecuada para ir indagando y cuestionando todo este engranaje mental produciéndose cada vez más claridad, toma de conciencia y comprensión liberadora.